Recomendaciones I

En esta sección iremos charlando sobre recomendaciones útiles para tarotistas, consultantes y psiconautas en general.

¿Qué recomendamos para asistir a una consulta de Tarot?

En primer lugar, agotar las instancias previas. Y esto por muchas razones.

Una es que los oráculos en sí son estructuralmente ambiguos. Esto no significa que no se pueda obtener una respuesta concreta e incluso tajante de las cartas, las monedas, las runas, la borra del café, lo que sea. Pero son las menos de las veces. Las más de las veces la respuesta, independientemente de la habilidad del tarotista, puede ser ambigua y hasta confusa. Por si eso fuera poco, es común que cuando la respuesta no es la que espera o prefiere la persona que consulta, ésta pretende no entenderla o forzarla para lograr oír lo que desea.

En este sentido, es preferible agotar todas las instancias previas de relación efectiva y proactiva con el tema de consulta. O sea: haberse sentado horas a pensar del tema, hablarlo con amigues, con tu analista, con la persona que es parte del conflicto, con asesores. Haber intentado más de una solución al problema. Haberse tomado el tiempo de ver a dónde van las cosas por sí mismas.

Este acto de tomarse el tiempo y el trabajo de todos los modos posibles, tiende a reducir las expectativas sobre el tema a las más probables desde un punto de vista realista. De este modo, las interpretaciones de una posible respuesta ambigua también se reducen fuertemente. El consultante incluso tiende a estar más dispuesto a escuchar lo que no desea cuando antes “domó su mente” mediante el sencillo acto de relacionarse intensa y profundamente con su problema o tema de consulta.

Otro motivo para relegar la consulta a uno de los últimos lugares como recurso es el sencillo pero muchas veces pasado por alto hecho de que los seres humanos tendemos a ser supersticiosos e impresionables, y no es bueno acercarse a ninguna fuente de información -o de inspiración, si se prefiere- en un estado de excesiva sensibilidad a la sugestión. En general, cuando uno ya hizo un recorrido con su conflicto, llega más fortalecido en este sentido y es menos susceptible a ser afectado por el aura de “magia y peligro” que tienen las cartas en el imaginario común. Por supuesto, ni todo el mundo tiene esta sensibilidad, ni todo el mundo se templa al relacionarse con su tema de consulta.

Por otro lado, si uno no tiene un referente de confianza, puede ser fácilmente estafado e incluso manipulado: los temas de consulta en tarot suelen venir cargados de emoción y a veces esto nos hace vulnerable a estafadores. Si uno sí tiene un referente de confianza, sigue siendo igualmente recomendable dejarlo como último recurso, justamente para no depositar más confianza de la correspondiente en otra persona para resolver los problemas propios. Para no crear una dependencia, se podría decir.

Finalmente, porque el ejercicio de la consulta nunca logra ir más allá de escuchar un buen consejo: no importa lo sabio que sea el tarotista, lo comprometida que esté la persona que consulta o lo favorables que sean las fuerzas en juego, ninguna consulta de Tarot dura más de 90 minutos, y no pasa dentro de ella mucho más que una charla entre dos personas. Y si bien 90 minutos de charla honesta y bien utilizada puede ser una herramienta poderosísima con el apoyo de los oráculos para resolver problemas, sigue siendo una intervención mínima y mayormente intelectual, de charla, sobre problemas que, por ser parte de la vida de una persona, se desarrollan a lo largo de semanas, meses y quizás años, afectando mucho más que la parte intelectual de la persona. Si el asunto a resolver, por ejemplo, es un luto, la persona que consulta no tiene más remedio que transitar los tiempos que necesite para ello, y las cartas no van a poder hacer más que señalar esto: la necesidad de aceptar un luto y transitarlo. En este caso, una lectura de 90 minutos puede ser todo lo que puedan aportar los oráculos a un proceso que puede llegar a llevar años, y en el cual tal vez nunca vuelvan a aportar información de valor.

Recordemos que los oráculos reflejan la realidad, no la modifican. De ese reflejo podemos sacar información útil para guiar nuestra conducta a través de los peligros y alegrías de la vida. Pero ningún oráculo modifica la realidad al leerla. Es tarea de la persona que consulta modificar la realidad con esa información, o conciliar con ella si es irremediable.

Para todo esto, también ayuda mucho haber agotado antes todas las alternativas previas a una consulta de cartas.

En segundo lugar, por supuesto, recomendamos tener un profesional de confianza probada. Un buen modo de probar la confiabilidad del tarotista es ver cuántas veces nos consiente amontonar preguntas y tiradas y sesiones, y cuántas veces nos dice cosas como “ya es suficiente, por favor pensá en lo que ya hablamos”. Por lo menos es el modo en que yo me guío con colegas y afines. Indica que por lo menos se tomaron en serio lo que dijeron, no hablaron cosas que no les parecieran importantes y lo valoran demasiado para embarrarlo con infinitas tiradas y más y más palabras, en detrimento de la ganancia de dinero inmediato.

Otra herramienta que uso para evaluar al profesional cuando consulto es la frontalidad y amabilidad con que sea capaz de señalarme cuando soy parte del problema. Alguien que no dice las cosas por no herir, simplemente no dice las cosas, pero alguien que no busque el modo constructivo de decirlas, puede solamente distraerme haciéndome poner a la defensiva en vez de mirar algo que puede ser importante en la resolución de mi tema de consulta.

Finalmente, y esto es muy personal, prefiero personas que usen un vocabulario a la vez amplio y coloquial. Si hablan mucho de energías, espíritus y cosas que no veo en mi vida cotidiana, lo más seguro es que después de la consulta no encuentre modo de aplicarla a mi vida cotidiana, que es donde pasan las cosas que me preocupan y por las que consulto. Del mismo modo, si usan muchas frases hechas y lugares comunes, es posible que no estén transmitiendo lo específico de lo que las cartas quieren decir sobre mi caso particular. O que yo no lo entienda porque interpreto las frases hechas de un modo distinto al del tarotista. Si en vez de esto encuentro a alguien que puede articular un discurso preciso, concreto, entendible y que me produzca la sensación de estar hecho de frases creadas acá y ahora para que yo entienda algo sobre mi consulta… ahí es donde yo me siento acompañado y atendido. Ahí es donde siento que la consulta es provechosa.

Un buen consejo también es reconocer que uno como consultante no conoce todo en el mundo de los oráculos, y pedir una entrevista con el profesional para que nos cuente un poco su punto de vista sobre su oficio. Este mundo es muy variado: algunos colegas creen en ángeles que guían sus lecturas, o en fuerzas magnéticas que se pueden acumular haciendo más poderosas sus herramientas. Personalmente no me encuentro cómodo con esos marcos teóricos y tiendo a preferir caracteres más pragmáticos. Mi propio marco teórico sobre qué es el tarot y cómo funciona se puede ver en este sitio, en youtube, en mi Instagram y en los cursos.

Una vez agotadas las instancias previas y contando con un tarotista o profesional de confianza, la siguiente recomendación es muy sencilla de decir, pero suele ser difícil de aplicar: tomarse un rato antes de asistir a la sesión de consulta para serenar la mente. Esto se puede hacer meditando si es una práctica común para quien consulta, pero también se puede hacer tomándose un rato de estar sentado quieto con los ojos cerrados, dedicándose a hacer algo que le gusta o simplemente caminando veinte minutos. Cuanto más aplomado llegue uno al momento de consulta, más transparentes serán las respuestas. La última recomendación tiene que ver con entender que los oráculos funcionan, por necesidad de diseño, a través de metáforas, traslaciones de sentido y analogías. Por eso tienen imágenes tan icónicas como pueden ser un niño sobre un caballo blanco, una mujer sentada en un trono a la orilla del mar o una torre alcanzada por un rayo. Porque estas imágenes trascienden fronteras culturales y temporales, y transmiten sensaciones similares a cualquier persona en cualquier momento. Esas sensaciones son las que usa el tarotista para interpretar la respuesta de las cartas y “bajarla” a una respuesta articulada en lenguaje común. Pero en la traducción de lenguaje simbólico a lenguaje normal, siempre hay una distorsión a la que conviene estar acostumbrado, o por lo menos alertado. Si uno toma con ingenuidad la instancia de consulta, perfectamente puede ser víctima del efecto Forer, independientemente de la intención del tarotista (que si es deshonesto, mucho peor). El efecto Forer, recordemos, es la tendencia de todos nosotros, seres humanos, a sentirnos identificados con cosas generales como si fueran particulares del individuo que las escucha. Dado que el tarot habla con metáforas, este tipo de cosas como el efecto Forer tienen alta probabilidad de entrometerse y empañar la recepción de la información. El único remedio contra esto es familiarizarse con el pensamiento simbólico que se usa en todos los oráculos -no sólo en el tarot- hasta poder entender, mayormente a través de la intuición, el significado preciso para nuestra vida de la metáfora que surja en las cartas. Por supuesto, la responsabilidad primera en esto es del tarotista como traductor, como mediador entre el consultante y las cartas. Pero en la medida que el consultante asimile la naturaleza del pensamiento metafórico-simbólico propio de los oráculos, va a ser también más capaz de sacar provecho a la instancia de consulta.

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